Comedy
7 to 13 years old
2000 to 5000 words
Spanish
Story Content
Pepito era un niño de diez años con una melena rebelde que parecía un nido de pájaros recién despierto. Estaba harto de su peinado aburrido y soñaba con algo... ¡estelar!
Así que, con gran entusiasmo, arrastró a su abuela Doña Rosita, que siempre estaba dispuesta a cualquier aventura, a la peluquería 'Estilo Galáctico'.
“Abuelita, ¡hoy es el día! ¡Hoy me transformaré en un astro de la moda!” exclamó Pepito con los ojos brillantes.
Doña Rosita, con su eterno pañuelo de lunares y una sonrisa que lo abarcaba todo, asintió con cariño. "Claro que sí, Pepito. ¡Lo que tú digas!" Y así entraron a 'Estilo Galáctico', un lugar decorado con estrellas fugaces de plástico y fotos de peinados imposibles.
La peluquera, una señora llamada Lola, tenía el pelo rojo llameante y unas gafas que parecían dos platos voladores. Saludó a Pepito y Doña Rosita con una voz tan estridente que hizo vibrar los adornos de la peluquería.
"¿Y bien, jovencito? ¿Qué maravilla capilar tenemos para hoy?" preguntó Lola, frotándose las manos con anticipación.
Pepito, temblando un poco por la emoción, sacó de su mochila una revista espacial. "Llevo la imagen del corte que él quería que sacó de una revista", dijo, señalando un modelo con un peinado asombroso. Era como un bowlcut pero con capas desordenadas que simulaban llamaradas solares y mechones teñidos de colores neón.
Lola examinó la foto con atención, entrecerrando los ojos tras sus gafas intergalácticas. Murmuró algo incomprensible y luego soltó una carcajada.
"¡Ah! ¡Un bowlcut moderno! ¡Qué jovencito tan atrevido!", dijo Lola, convencida de haber descifrado el misterio del peinado espacial.
Pepito intentó explicar: "Bueno, en realidad, no es exactamente un bowlcut. Tiene estas capas... y los colores... y...". Pero Lola ya estaba tarareando una canción de ABBA y afilando sus tijeras con entusiasmo.
"¡No te preocupes, querido! Lola tiene la situación controlada. ¡Te verás fantástico!", interrumpió Doña Rosita, sin darse cuenta del inminente desastre capilar.
Y así comenzó la transformación. Lola, con la precisión de un robot programado, empezó a cortar el pelo de Pepito. Zis, zas, zos. Los mechones caían al suelo como hojas de otoño.
Pepito sentía un cosquilleo en la nuca y una creciente sensación de pánico en el estómago. "¿Está quedando como en la foto?", preguntó tímidamente.
Lola respondió sin dejar de cortar: "¡Claro, cielo! ¡Más parecido imposible!"
Después de unos minutos que parecieron una eternidad galáctica, Lola soltó un suspiro de satisfacción y giró la silla de Pepito hacia el espejo.
Pepito abrió los ojos... ¡y gritó! No un grito de alegría, precisamente. Un grito agudo y desesperado que hizo temblar las estrellas fugaces de plástico.
¡Su peinado era un desastre! Un bowlcut perfecto, simétrico y absolutamente clásico. Nada de capas desordenadas, ni colores neón, ni llamaradas solares.
"¿Qué... qué has hecho?", balbuceó Pepito, con los ojos llenos de lágrimas.
Lola, radiante de orgullo, respondió: "¡Voilà! ¡Un bowlcut impecable! ¡A la última moda!".
Doña Rosita se acercó y, tras una breve pausa, dijo con una sonrisa forzada: "Bueno, Pepito... ¡es... muy redondo!"
Pepito estaba devastado. Su sueño de lucir un peinado espacial se había estrellado contra la realidad de un bowlcut tradicional. Pensó que su vida había terminado.
Sin embargo, mientras Pepito se lamentaba de su destino capilar, notó que Lola comenzaba a guardar sus utensilios con una mirada nerviosa.
“¿Ocurre algo, Lola?” Preguntó Doña Rosita con curiosidad.
Lola carraspeó y respondió: “Bueno, verán… cuando examiné la foto… vi el bowlcut al instante, mi especialidad. Reconozco que las similitudes del corte que él quiere con el bowlcut son: muchas al principio”
Doña Rosita respondió "¿Y las diferencias del corte que él quiere con el bowlcut son: ningunas?".
Lola continuo "Por supuesto, las diferencias eran claras después, pero lo obvie y estaba tan emocionada de hacer un bowlcut, y tal vez… quizá… no me fijé mucho en los detalles".
Pepito, todavía con el pelo como un plato, estaba perplejo. ¿Lola no se había fijado en el resto de los detalles?
“Espera… ¿Quieres decir que no te fijaste en las capas asimétricas que simulan erupciones solares o en los colores brillantes que evocan los misterios de nebulosas lejanas?” Preguntó Pepito casi en shock.
Lola asintió con vergüenza.
Pepito se quedó mirando su reflejo. Su pelo parecía más una tortilla de patatas que una explosión cósmica. ¡Un total fracaso!
De repente, Pepito comenzó a reír. Primero una risita tímida, luego una carcajada sonora y contagiosa.
“¡Esto es ridículo!” exclamó Pepito entre risas. “¡Soy un astronauta con corte de tazón! ¡Soy el hazmerreír de la galaxia!”.
Doña Rosita, contagiada por la risa de su nieto, también comenzó a reír. Lola, aliviada por la inesperada reacción de Pepito, se unió a las carcajadas.
Después de un rato de risas descontroladas, Pepito tuvo una idea. “¡Ya sé!”, dijo, con una chispa en los ojos. “Podemos arreglar esto. Lola, ¿tienes tintes de colores neón?”.
Lola asintió entusiasmada. "¡Por supuesto! ¡Tengo todos los colores del arcoíris espacial!"
Y así, comenzó la segunda fase de la transformación. Lola, esta vez con la supervisión de Pepito, tiñó su bowlcut de colores fluorescentes. Azul eléctrico, verde alienígena, rosa cósmico y naranja marciano.
El resultado final fue... bueno, era algo. Era un bowlcut con colores chillones. Era una aberración capilar. Pero, sobre todo, era divertido. Era único. Era Pepito.
Mientras miraba su reflejo, Pepito se dio cuenta de algo importante: No importaba si su peinado no era exactamente como el de la revista. Lo importante era que le hacía reír. Que le hacía sentirse diferente. Que le hacía sentirse él mismo. Aunque se parecía a un bowlcut las diferencias que tiene el peinado que quiere lo hacían genial
Salió de 'Estilo Galáctico' con la cabeza alta y el bowlcut teñido brillando bajo el sol. La gente lo miraba con curiosidad, algunos con sorpresa, otros con diversión. Pero a Pepito no le importaba. Él era el astronauta con corte de tazón, el hazmerreír de la galaxia, y estaba orgulloso de serlo.
Doña Rosita caminaba a su lado, con su pañuelo de lunares ondeando al viento y una sonrisa aún más grande que antes.
“¿Sabes qué, Pepito?”, dijo Doña Rosita. “Creo que este peinado es… ¡verdaderamente galáctico!”.
Pepito sonrió. Tenía razón. Era un desastre hermoso, un error adorable, una obra de arte accidental. Y, sobre todo, era una lección: A veces, las cosas no salen como las planeamos, pero eso no significa que no puedan ser geniales.
Y así, Pepito, el niño con el bowlcut espacial, continuó su vida, repartiendo sonrisas y alegría por dondequiera que iba. Demostrando al mundo que, al final, lo importante no es el peinado que llevas, sino la actitud con la que lo luces.